Enfurece el tirano
protegido con escudos de vidrio,
arroja ese fuego bullicioso
sobre los que pasan
cerca al castillo;
ellos van desprotegidos,
les cae el calor estrepitoso
desatando la cólera,
que, aunque insignificante,
se devuelve al tirano,
quien mantiene encendida
la mecha del cañón escandaloso
que no se detiene con nada.
¿Qué enfureció al tirano?
Tan solo un caballo
que cometió un error,
se interpuso en su camino.
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