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Mostrando entradas de julio, 2018

Las historias son parte de nuestra vida

Aquél, va escuchando una canción en el bus mientras, de rato en rato, recuesta su cabeza en la ventana hasta que un movimiento brusco del bus endereza su espalda. Aquella, va buscando fotos en Instagram, se detiene en una, la observa detenidamente y luego sigue moviendo el dedo índice derecho de abajo hacia arriba. Un poco más adelante -no mucho- hay alguien que va leyendo un artículo que abrió en las noticias de facebook, va avanzando de a pocos con su pulgar derecho en la pantalla del móvil, el mismo movimiento del bus hizo que se pasara muchos párrafos y tuvo que buscar donde se había quedado y continuar su lectura, con mucho interés. Los ceños fruncidos de otra persona centran su mirada en el teclado en el que patinan rápidamente sus pulgares, va sentada ¿Acaso será una discusión? Vuelve a encender el celular, abre whatsapp, lee la respuesta, se toma un momento en el que mira hacia otro lado y luego revisa conversaciones anteriores y vuelven acelerados los pulgares a trab

Desde la ventana del avión

Desperté y ya estábamos cerca, luego de treinta minutos de vuelo, en breve estarían anunciando el descenso. Soy poco de dormir en vuelos tan cortos, pero estaba muy cansado. ¡Allí está! -lo dije para mí- En un giro pronunciado del avión hacia el lado izquierdo pude admirar el hermoso verde que tanto extrañaba. Se abría paso uno de los ríos al sur de San Martín (departamento de Perú) con sus formas antojadizas, en partes ancho y en otras más delgado, el avión le seguía el rumbo, como si aquel le ganase la carrera hacia nuestro destino. Podía ser el Huallaga o quizá el río Mayo, había pasado mucho tiempo desde mi último vuelo a esta ciudad, no lo recordaba.  Luego, como si hubiese corregido su ruta, el avión volvía a estabilizarse, entonces me llamó la atención la oscuridad que había del otro lado, se trataba de una gran lluvia que se avecinaba para los pobladores que gozaban de sol en estos minutos.  Nos avisaron que la aeronave había comenzado su descenso al Aeropuerto G

El muchacho de las empanadas [Conclusión]

[ Esta historia tiene una primera parte AQUÍ ] Sí. Así fue. Él pidió dos empanadas. Una se la comió en la misma panadería, siguiendo el ritual que ya era un clásico. Recibió la empanada, le dio una mordida y luego cogió el envase con jugo de limón que está siempre encima del aparador. Los panaderos se reían al ver como la disfrutaba y el muchacho levantó la mirada, se dio cuenta de lo que estaba provocando sus gestos de gusto, levantó las cejas y sonrió con la empanada aún en la boca. Tres, cuatro, cinco masticadas, un poco de chicha y seis, siete y ocho masticadas, pensando que no se acabe tremenda delicia en algo tan pequeño. Usualmente la chicha era la que se termina primero, y esta ocasión no iba a ser distinta, ya le quedaba muy poco. ¿Me tomo el otro vaso? -lo asaltó un pensamiento- a lo que rápido contestó: ¡No es posible! Esa chicha tiene dueño. El muchacho se había dado cuenta, hacía ya buen tiempo, que un señor andaba sentado pidiendo la caridad de las personas qu

El muchacho de las empanadas

El reloj estaba a punto de marcar las 11:30 de la mañana, había que apurarse si es que quería probar esa deliciosa empanada que sólo la hacen en la panadería cercana a la Iglesia Nazarenas del centro de Lima, pues al medio día seguro no quedaría ninguna. Y el muchacho comenzó a correr. Curiosamente por estas calles muchos buscan los famosos turrones, que no sólo se venden en el mes de Octubre, cuando la multitud de creyentes y seguidores del Cristo de Pachacamilla abarrotan dichas arterias de la ciudad. Durante los otros meses del año también puedes encontrar, si vas de paso por allí, a mujeres ofreciéndote pequeños trozos de turrón. Andaba por la plaza Dos de Mayo, en dirección a Nazarenas, lejos no estaba. Había hecho una ruta mental y según sus cálculos en menos de veinte minutos estaría pidiendo su empanada. ¡Callao, Callao! -gritaban- Era la bulla de los señores que hacen colectivo hasta el Callao y recorren como "rápidos y furiosos" toda la avenida Oscar Benavid

La amistad es un don ¡efectivamente!

Se aprende a ser amigo cuando tienes uno que lo es contigo, como aprendes a perdonar cuando eres perdonado, como aprendes a ayudar cuando alguien te ayuda, porque el corazón noble decide hacer con otros lo bueno que ha sucedido con él. Pasarán muchas personas por nuestras vidas, pero pocos serán nuestros amigos. No es fácil encontrarlos. Son los que saben estar en distintos momentos de nuestra vida y marcan nuestra historia y en la suya estamos tatuados nosotros. ¿Acaso se olvida uno del otro si están lejos? Aunque aparentemente no estén en constante comunicación, en diversos momentos de sus vidas se recuerdan y eso los hace volver a conversar, se actualizan y como se conocen saben qué pregunta deben hacerse. Los amigos disfrutan de sus encuentros por el solo hecho de estar juntos, no es necesario planearlo tanto. Basta eso, un encuentro, en donde cada uno tiene tanto que hablar como callar para escuchar. En la amistad se abre paso la autenticidad, cada uno se muestra como